La nueva revolución femenina en Wall Street: hola vestido, adiós traje
Después de largos años de tradición en los que las mujeres se embutían en trajes chaqueta para no desentonar entre los compañeros ejecutivos, hay una tendencia al alza del llamado "Power dressing" por el que cada vez son más las mujeres que abanderan el uso del vestido como prenda imprescindible para acudir a la oficina en detrimento del dos piezas o la blazer combinada con pantalón. Bien por comodidad de usar una única prenda, bien por evitar pensar en la combinación perfecta entre chaqueta y pantalón, se trata de una revolución femenina que cambia los parámetros de la moda y permite sentirse cómoda y segura a la hora de acudir al trabajo.
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En la década de los 80 y 90 la ropa de oficina femenina trataba de imitar los códigos masculinos en un esfuerzo por igualar su poder al de los compañeros. Pero eso ya ha pasado de moda y ahora las mujeres han renunciado al traje chaqueta a favor de los vestidos ajustados.
El "power dressing" hace mención al poder del vestuario para definir a una persona y su posición. Cada vez son más las directivas, ejecutivas y profesionales que acuden al vestido para redefinir y realzar su posición en el mundo a través de su vestuario. De banal tiene muy poco, o nada. Más bien al contrario, ya que nos muestra una mujer con determinación, carácter y metas claras. Es inevitable tener una imagen y dado que que es parte de nuestra vida cotidiana hay que tener en cuenta el papel clave que juega como vehículo transmisor del siguiente mensaje: "A mejor imagen, mayor influencia".
Para el diseñador estadounidense Zac Posen “un vestido da sensación de equilibrio, combina de día y de noche, hace sentir seguras a las mujeres y las permite apropiarse de su feminidad”. Para Posen, los vestidos lideran las ventas y "es esa sensación de seguridad lo que hace que las mujeres se sientan fuertes con esta prenda".
El "power dressing" antepone la comodidad y el no pensar en la mejor combinación del dos piezas
Para muchas mujeres, el vestido es la prenda estrella a la hora de hacer una maleta, ya que se dobla más fácilmente y ocupa menos espacio. Es el caso de la directora ejecutiva de Grip Mobility con sede en Cambridge, Massachusetts, y ex secretaria asistente del Departamento de Seguridad Nacional, Juliette Kayemm, que asegura que "me siento más fuerte y menos atada con un vestido".
Otra defensora a ultranza de esta prenda es la directora de operaciones de Facebook, Sheryl Sandberg, que ha abandonado los pantalones a favor de la comodidad de una sola prenda que no necesita planificación para combinar. Para estas mujeres, el vestido es sinónimo de fuerza y poder, féminas que no se sienten cohibidas ante sus compañeros y que han roto con el estereotipo de que sólo se sienten en igualdad de condiciones con los hombres si visten como ellos. "La vestimenta no denota el grado de inteligencia de una mujer", asegura una reputada ejecutiva estadounidense.
De este modo, las mujeres del "Power dressing" demuestran que no les hace falta vestir pantalones para nivelarse a los hombres y que su independencia y derecho a elegir libremente ha alcanzado tal magnitud que no les importa romper con la moda femenina establecida para mujeres de oficina. "El vestido no es poderoso, lo que es poderoso es la mujer que hay en él".