CaixaBank pone fin a 23 años de una relación a prueba de asaltos con Repsol
CaixaBank ha puesto punto y final a su historia como accionista de Repsol. La entidad ha salido definitivamente de la petrolera, en la que ha permanecido durante 23 años, tras deshacerse de la participación cercana al 10% con la que contaba en septiembre, cuando decidió abandonar progresivamente su capital. Hasta entonces, el banco había permanecido como su primer accionista, fortaleciendo con Repsol durante décadas una relación histórica a prueba de asaltos.
Los orígenes de este matrimonio se remontan a 1996, cuando CaixaBank entró en el capital de Repsol aprovechando la privatización de la petrolera impulsada por el Gobierno de José María Aznar.
En estos 23 años, CaixaBank se ha mantenido fiel a la compañía que preside Antonio Brufau, llegando a representar un 15% de su capital y resistiendo ante varios intentos de asalto, como el perpetrado en 2011 por Pemex y Sacyr, la constructora que, con Luis del Rivero al mando, también fracasó en su intento de hacerse con el control de BBVA.
En aquel momento, Sacyr controlaba el 20% de su capital y decidió sindicarse con Pemex, que disponía del 5%. La polémica alianza conformada por la constructora y la petrolera mexicana decidió elevar su participación conjunta en Repsol hasta casi el 30%, lo justo para hacerse con el control sin tener que lanzar una opa. Poco después de firmar el pacto, Del Rivero salió de la presidencia de Sacyr.
La alianza no duró más de un año y, tras el fracaso, La Caixa tomó el primer puesto entre los accionistas de Repsol. Pemex lo intentó de nuevo en solitario dos años después, pero se volvió a México con las manos vacías otra vez. Lo anecdótico es que, una vez que CaixaBank está fuera de Repsol, Sacyr vuelve a ser su primer accionista, por delante de BlackRock, que tiene menos de un 5%.
También se mantuvo La Caixa al pie del año cuando Repsol vivió uno de sus momentos más difíciles, la expropiación de YPF en 2012 por parte del Gobierno argentino, a cuyos mandos se encontraba entonces Cristina Fernández de Kirchner y que tuvo que terminar compensando a la española con más de 4.000 millones de euros en deuda y efectivo.
Durante los últimos años, CaixaBank ha ido reduciendo su participación, hasta que el pasado septiembre decidió marcharse para siempre.
“Es una compañía de un sector volátil y complicado. Por eso y por la falta de encaje con el negocio bancario decidimos salir, no porque no sea una compañía de bandera”, explicó Gonzalo Gortázar, consejero delegado de la entidad, durante la presentación de resultados.
De hecho, fue más allá en su defensa de la petrolera: “Como españoles, de una multinacional de la talla de Repsol deberíamos estar orgullosos”.
Para el directivo, el balance de la relación es “positivo”, aunque la entidad no haya calculado, o eso dice, si ha sido beneficioso a nivel financiero, para lo que se tendría que tener en cuenta la evolución de la cotización, los dividendos cobrados y el impacto de las compras.
La salida es por falta de encaje con el negocio del entidad, mayoritariamente bancario, de acuerdo con Gortázar, si bien es cierto que Criteria, el principal accionista de CaixaBank, es ahora el primero en el capital de Naturgy, competidor de Repsol, con una participación cercana al 26%.
UNA SALIDA DISCRETA
El consejo de administración del banco que dirige Gonzalo Gortázar acordó el pasado mes de septiembre vender toda su participación en la petrolera, que entonces ascendía al 9,36%, en un principio antes del final del primer trimestre, unos planes que finalmente se han atrasado hasta el segundo.
La operación se articuló mediante dos vías. La primera fue una liquidación anticipada de dos contratos de permuta de renta variable (equity swap) que representaban el 4,61% de su participación, mientras que con el 4,75% (equivalente a más de 75,7 millones de acciones) restante la estrategia fue iniciar un programa de ventas en el mercado.
Siguiendo su plan, la entidad ha ido replegándose poco a poco durante los últimos meses de una forma discreta con el objetivo de no interferir en la cotización de la petrolera, algo que habría ocurrido si la venta se hubiera producido de golpe. Al cierre del primer trimestre, la entidad logró vender toda su participación salvo un 1%, del que se ha deshecho en los últimos tres meses. Al inicio del plan, la entidad calculaba que la operación le generaría unas pérdidas netas extraordinarias de 450 millones de euros.
Termina la histórica relación entre accionista y petrolera, pero la puerta no se cierra del todo, como subraya Gortázar: "Cerramos un capítulo de la relación [con Repsol] como accionistas, pero seguimos siendo un financiador de la compañía. Cerramos un capítulo y le deseamos un buen futuro”.